Cada vez que miro en redes sociales artículos o consejos sobre la importancia de volver a la disciplina autoritaria, estricta, exigente que parecería que se está perdiendo en la actualidad y que es según estos expertos, la base de muchos de los problemas de nuestra sociedad actual, me siento en la obligación de compartir mi experiencia y de gritar al mundo ¡NO! Si hay un camino más respetuoso y amoroso del que necesitamos aprender.

Es así de simple, si queremos que nuestros hijos sean adultos conscientes, seguros, gentiles, amorosos, respetuosos y felices, debemos SER de ese modo. ¡No podemos enseñar algo que no somos! No podemos pretender lograr todas estas bellas cualidades y ser padres enfocados en el cumplimiento de disciplinas exigentes, con mano dura y castigos, pues esto no va de la mano, no tiene congruencia.

Nosotros estamos en el camino de nuestros hijos y ellos en el nuestro, para aprender mutuamente. Nuestra tarea entonces, es guiarlos en la ruta que consideremos más beneficiosa para ellos. Esto se logra con el ejemplo y con prácticas de disciplina diarias que las puedan replicar en sus vidas. Por consiguiente, si queremos que sean amables en la escuela con sus maestros y compañeros, debemos nosotros serlo también con todo ser humano que se cruza en nuestro camino, comenzando en ser amables con ellos, justamente cuando menos creamos que se lo merecen, porque es cuando más lo necesitan.
Si deseamos que nuestros hijos respondan de manera gentil a nuestros pedidos, seamos gentiles al pedirles que hagan sus tareas, no usemos gritos o amenazas, pero tampoco roguemos que lo hagan, seamos firmes y amorosos.
Si queremos que sepan escuchar con atención y respeto, escuchémoslos con atención y respeto SIEMPRE, aun cuando estén pidiendo ayuda a gritos.
Sepamos usar nuestra sabiduría de padres cuando se presenten crisis y utilicemos estos momentos como una ocasión para dar una lección importante, una lección que perdure en el tiempo, una lección de vida.
Nuestras reacciones violentas ante disgustos de algo inadecuado que han hecho nuestros hijos, generan miedo, así como nuestras reacciones permisivas o sin límites claros, generan inseguridad, ninguna de las dos, enseñan nada positivo.
Pienso que los ingredientes cruciales para que vayan cuajando aquellos aprendizajes de vida en nuestros hijos, es disciplinarlos con firmeza y amabilidad; estos generan seguridad y respeto hacia sus padres; inspiran a los niños a querer ser como ellos y a replicarlos en diferentes situaciones de sus vidas.

El ambiente que uno genera en el hogar, es el mejor semillero para que florezca todo su potencial o es el mejor semillero para que este se oprima. El ejemplo que se les da a los hijos, será la herramienta más poderosa para que ellos enfrenten el mundo.

Criar un hijo no es una tarea fácil, sin embargo es un trabajo que requiere apertura de parte de los adultos, para que se dé un aprendizaje mutuo. Los padres pueden aprender de esta experiencia de una manera fascinante, si es que tiene la humildad de entender que todos estamos en el mismo camino hacia ser mejores personas, la diferencia está en que el niño no tiene la suficiente experiencia de vida para resolver con sabiduría y conocimiento algunos conflictos que va encontrando.

La vida es hermosa y agradable, debe ser transmitida así a los niños. Nuestra sociedad necesita más seres humanos conscientes, seguros, gentiles, amorosos, respetuosos….ellos serán fruto de una crianza consecuente con estos valores.