Uno de los temas que más preocupa a los padres, es que sus hijos de edad preescolar muerdan a otros niños. Recurrentemente me encuentro hablando de esta situación con padres y maestras, preocupados y angustiados por encontrar una solución viable.

¿Por qué los niños muerden?
Morder es una forma de comunicar, por supuesto, es una forma inadecuada de comunicar, que hace daño a la víctima y puede causar rechazo en los niños y padres que se encuentran alrededor.
Regularmente morder es una forma de expresar frustración ante alguna necesidad no resuelta, también notamos comúnmente que los niños muerden cuando quieren proteger su propiedad (juguetes, materiales, objetos, etc) y de esta manera previenen que se les arrebaten sus pertenencias, algunas ocasiones también el niño puede presentar molestia en su boquita por la salida de nuevos dientes.
Por consiguiente, podemos puntualizar que el niño muerde sobretodo, cuando aún no cuenta con herramientas adecuadas y con el vocabulario suficiente para expresar verbalmente sus necesidades.
Es algo habitual que los niños muerdan alrededor del año y los dos años y medio, luego de esta edad, el uso de la mordida debería disminuir o desaparecer.

¿Qué podemos hacer?
• En primer lugar, tomar con calma esta etapa. Ser conscientes que el niño está aprendiendo la forma de comunicarse con el mundo que le rodea, quien tiene la responsabilidad de guiarlo de manera amorosa, respetuosa y clara, son sus padres o cuidadores.
• Dedicarle un tiempo valioso al niño. La atención adecuada y pertinente que le prestemos será la base más sólida de seguridad que le podemos ofrecer para que se desarrolle emocionalmente sano. Mientras más conozcamos a nuestro hijo y estemos más conectados con sus necesidades, sabremos responder de la mejor manera.
• Observar con mucha atención en qué momentos sucede y bajo qué circunstancias él muerde. Detrás de un comportamiento inadecuado, siempre hay una necesidad no resuelta.
• Comunicar a nuestro hijo de manera firme, pero amable, que esa no es una opción viable de expresión. Explicarle el uso de la boca y nombrarle objetos que puede morder con su boquita (juguetes o alimentos). Es de suma importancia repetir este discurso cuantas veces sea necesario.
• Ponerle nombre a la situación que irrita al niño y mostrarnos empáticos frente a esto. Es muy importante que ayudemos a nuestro hijo a identificar sus propias emociones: “Entiendo que estas frustrado porque te quitaron tu juguete, sin embargo no es una opción morder a tu amiguito”, ”Entiendo que estás cansado, no obstante, morder hace daño”.
• Tener mucha paciencia. Para que haya un cambio en el comportamiento, debemos respetar el ritmo de madurez del niño, es decir la capacidad del niño de poder modificar una conducta que puede estar establecida como un hábito.
• Mantener a nuestro hijo supervisado cuando esté con otros niños. El hecho de explicarle, darle amor y mostrarse pacientes, no es suficiente; el evento se puede repetir varias veces hasta que el niño desarrolle su autorregulación emocional y suficiente lenguaje.

Es una etapa que pasa…la mejor manera de superarla es con amabilidad, comunicación adecuada, firmeza y sobretodo con mucho amor.